La innovación inmobiliaria y la presunción pornográfica

La innovación inmobiliaria y la presunción pornográfica

Cuando la delicada y emotiva película “Okuribito” (que se tradujo aquí ridículamente como “Violines en el cielo”) ganó en 2009 el Oscar al mejor filme de habla no inglesa se suscitó una rara polémica (en todo el mundo menos en Japón) porque su director, Yôjirô Takita, había realizado diversas incursiones en el cine porno ligero, pues parecía que se hubiera dado contradicción entre el quehacer anterior del director y la sensible película que conquistó el alma del jurado del premio… y de muchísimos espectadores; contradicción y sorpresa, como si una cosa pudiera anular o mitigar la otra, como si se dieran aspectos difícilmente conciliables.

 

Parecida percepción contradictoria es la que se genera (y lo vemos con claridad fisiognómica) cuando nos plantamos delante de instituciones, públicas y privadas, y les planteamos el racimo de innovaciones tecnológicas y organizativas que caben en nuestro proyecto inmobiliario (nuestra red inmobiliaria mariatomasa.com), pues parece que inmediatamente se alza un muro de prejuicios que aísla a nuestros interlocutores de cualquier razonamiento o proceso demostrativo: parecen pensar –y a veces lo expresan directamente–… ¿Innovación tecnológica en el sector inmobiliario? ¿En serio? ¿Y no será más bien tecnología que simplemente se aplica a este sector tan denostado? ¿No sería mejor que constituyerais una empresa tecnológica con las innovaciones que planteáis y luego presentarais una aplicación en el sector inmobiliario? Porque, claro, parece imposible que un sector con tan mala prensa (la burbuja, el mercado negro, la desregulación, etc.) pueda dar cobijo a algo intrínsecamente bueno como la innovación.

 

No basta con demostrar que ya estamos innovando (en los procesos de gestión, en la evolución del CRM móvil para agentes, en la personalización extrema de los servicios, en el tratamiento digital de la información inmobiliaria o en la automatización móvil del ticketing), sino que hay que convencer de que esto es posible desde este sector, como si dirigir películas porno imposibilitara para la factura de películas extraordinarias de consumo masivo.

 

Pero no nos quejamos: tan sólo constatamos la sorpresa de que nuestra actividad en este nuestro sector (el inmobiliario) esté más a la altura de lo que lo están nuestros interlocutores. Así que se trata de que si mejoramos lo habremos de hacer a nuestras expensas, sin soporte alguno exterior. Y así lo hacemos: invirtiendo en la mejora digital de nuestros procesos, en sistemas informáticos que hagan ver que nadie, que ninguna empresa del sector trata con más mimo los reportajes de las fincas de nuestros clientes; que nuestros agentes pueden ganar más que nadie en el sector, asumiendo nuestra empresa todos sus gastos estructurales; que se puede fomentar a la vez el empleo directo y el auto-empleo, sin rémoras; o que gracias a la tecnología se puede contar con soporte técnico-jurídico en cualquier zona o momento, a beneficio completo del cliente.

 

Utilizamos avanzadas herramientas de mensajería digital instantánea, redes sociales corporativas, sistemas de monitorización 24×7 de avisos telefónicos, helpdesks de última generación, sistemas distribuidos de gestión multicanal de avisos, esquemas optimizados de presentación digital de reportajes con grandes volúmenes de datos multimedia, mecanización técnico-jurídica que nos permite asegurar el marco legal de compraventas y alquileres respecto de todas sus partes implicadas, y… bla bla bla… porque eso parece ser en lo que se convierte lo que demostramos, debido a la presunción del porno, a la percepción de que no hay mucho que innovar en un sector en el que se habla, prácticamente sólo se habla, de comisiones o, peor, del pelotazo o de la burbuja o del todo-vale. Y no es nuestro caso, claro.

 

Nosotros hablamos de honorarios y de innovación, de una plantilla creciente de administrativos y técnicos jurídicos e informáticos que dan soporte a lo que pensamos tiene forzosamente que ofrecer una inmobiliaria actual o, mejor, la inmobiliaria que queremos ser.

 

Crecemos, y crecemos mucho: en personal técnico-administrativo y en agentes, en extensión zonal y, sobre todo, en calidad humana. Y detrás de todo esto hay una gran inversión y, lo más importante, grandes personas que crecen también como profesionales, cercanos a sus clientes porque viven cerca de las fincas que comercializan, porque están sujetos a nuestro código ético y, al fin, porque disfrutan de las innovaciones y la sensibilidad que nos esforzamos en procurar, innovando donde quiera que sea posible.

 

Sin presunciones: con hechos. Y sin prejuicios. Con permanente voluntad de mejora.



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